
Preventivamente, fortalezcamos más nuestra dieta mediterránea y el consumo de alimentos locales y europeos
En medio de tanto guirigay, está claro que los aranceles no buscan directamente fomentar alimentos poco saludables. Esta sería otra guerra. Pero pueden preocupar los daños indirectos y colaterales: encarecimiento de productos, interrupciones comerciales y represalias económicas recíprocas que, al final, dan espacio al consumo de alimentos ultraprocesados, más baratos y menos nutritivos. De continuar esa deriva los más perjudicados serían los propios estadounidenses, es verdad, pero lo que no sabemos es si ello inquieta a su presidente. Preventivamente, fortalezcamos más nuestra dieta mediterránea y el consumo de alimentos locales y europeos. En particular, en el verano en Mallorca, elijamos comidas hidratantes y nutritivas, teniendo siempre agua fresca a la vista, imprescindibles para nuestra salud y bienestar. Nos refrescan, calman la sed y ayudan a recuperar el equilibrio entre cuerpo, mente y entorno.
En verano, frutas como sandía, fresas, ciruelas, peras, melón, nísperos, uvas, manzanas, melocotones, albaricoques, etc., son refrigerantes ideales: aproximadamente 90% de agua y aportan vitaminas, minerales, fibra y otros compuestos bioactivos interesantes. También las ensaladas con legumbres, verduras (lechugas, espárragos, alcachofas, calabacines, espinacas, coles, berenjenas…) y especialmente, el trempó mallorquín: un plato de proximidad que combina tomate poco ácido, pimiento mallorquín y cebolla dulce, aliñados (trempats) con aceite de oliva virgen, sal y el toque de ajo, tan natural. Estas opciones, a menudo acompañadas de fuentes tradicionales de proteínas (pescados, carnes blancas o magras, mariscos, legumbres), ayudan a mantenernos frescos, nutridos y energizados. La delicia local es el tumbet, preparado con berenjena, calabacín, pimientos y patata, parcialmente freídos con poco aceite, recubiertos con sofrito de tomate, cebolla y algo de ajo, con 30 minutos de horneado final. Puede coronarse con huevo, lomo o pescado, dejándolo enfriar o no, o atemperar antes de consumir. El toque de sobrassada de Mallorca lo convierte en una receta (tumbet mallorquí) tan completa como deliciosa, ideal para disfrutar con buen humor y compañía, que en nada debería verse afectado por la tendencia a establecer los aranceles poco saludables de Trump y sus millonetis.
Al contrario, aunque algunos opten por la lógica del conflicto, nosotros podemos responder con tranquilidad e inteligencia alimentaria: nuestro trempó y tumbet mallorquines, con un pellizco de sobrassada de Mallorca (aunque en esto no puedo ser neutral). En Mallorca superamos esta “guerra” comercial promoviendo la salud y el placer de comer bien, contra los aranceles… y los alimentos basura.

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