Texto: Bartomeu Bestard.
Fotos: Arxiu Municipal de Palma.

Pintura de Joanot Colom, cuya cabeza se expuso en la Porta Pintada durante muchos años.

Con el nombre de Germania se conoce el alzamiento popular que tuvo lugar en Mallorca a principios del siglo XVI. Desde la segunda mitad del siglo XIV, el reino de Mallorca estaba sumido en un preocupante endeudamiento y la presión fiscal recaía básicamente sobre la gente de la Part Forana (la ruralía), en su mayoría payeses, y en la clase trabajadora palmesana, que estaba organizada mediante gremios profesionales. En 1520 Mallorca sufría una dura crisis económica. Durante el verano de ese mismo año los ecos de la Germania valenciana llegaron al puerto de Palma. Una atmósfera enrarecida por constantes conspiraciones se iba cerniendo sobre el reino. El 6 de febrero de 1521, tras recibir un chivatazo, el virrey de la Isla, Miquel de Gurrea, ordenó la detención de un grupo de personas que estaban preparando un complot contra la autoridad, capitaneado por Joan Crespí y entre los cuales también se encontraba Joanot Colom. Estas detenciones fueron el detonante de la insurrección. Al día siguiente un grupo de menestrales armados con escopetas, picas y ballestas tomaron fácilmente el castillo de la Almudaina y el mando del reino, y obligaron a Gurrea a liberar a los presos. De esta manera empezaba la Germania. Asustada, la oligarquía ciudadana, denominada mascarats, huyó al norte buscando refugio en la ciudad amurallada de Alcúdia. Payeses de toda la isla se unían al movimiento de la Germania… mientras el virrey se veía obligado a huir a Ibiza. 

Con la intención de reorganizar el reino, el 16 de abril, los sublevados instituyeron un nuevo consejo: el Consell dels Tretze (la Tretzena), instaurado por Joan Crespí y compuesto por nueve representantes de los menestrales de la ciudad y cuatro de la Part Forana. Entre las reivindicaciones que debía asumir el nuevo consejo, destacaba una muy importante: la repartición justa y equilibrada de los impuestos, en alusión a los mascarats. Pero estos, encastillados en Alcúdia y otras fortalezas del reino, se negaron a pagar lo que les exigía el Consell dels Tretze. 

Pronto se recurrió a la violencia. El 29 de julio, con la ayuda de la artillería, la turbamulta asaltó el castillo de Bellver en el que se refugiaban algunos nobles. Todos fueron asesinados. Los insurgentes también se dirigieron al castillo de Santueri, pero esta vez los mascarats consiguieron resistir.  

Tras el verano, el descontento de los agermanats se agudizó. El 23 de septiembre Joanot Colom consiguió destituir a la fuerza a Joan Crespí al frente de los insurrectos. Crespí fue encerrado en la Torre del Ángel del castillo de la Almudaina, donde acabaría asesinado por Francesc Colom, hermano del nuevo líder. A partir de esos momentos, Joanot Colom tomó la dirección de la Germania de forma dictatorial. 

Colom entendió que debía deshacerse de los nobles y burgueses de la isla, la mayoría refugiados en Alcúdia. Por ello, se encaminó hacia el norte. Durante el trayecto los agermanats asaltaron los predios de la nobleza. 

Antigua pintura al óleo de Alcúdia

Dibujo del término municipal de Palma en tiempos de la Germania

Al contrario de lo que se habían imaginado los insurrectos, el asedio de Alcúdia fue un fracaso. Por primera vez desde que estallara el conflicto, los mascarats se sintieron fuertes. La nobleza no perdía el tiempo y se apresuraba a organizar un contraataque. Algunas tropas saldrían desde Ibiza (con Miquel de Gurrea al frente) y desde Barcelona (con la ayuda de la Generalitat). Por su parte, el rey enviaba a Juan de Velasco al mando de cuatro galeras para “remediar la perturbació de la illa de Mallorques”. La flota de Velasco apareció el 13 de octubre de 1522 en la bahía de Palma. A bordo se encontraban dos mil hombres de armas bajo las órdenes de Ramon Carròs de Vilaragut. La escuadra estuvo fondeada dos días, durante los cuales tuvieron lugar tres entrevistas entre Velasco y los agermanats con el fin de intentar negociar un acuerdo. Pero no hubo entendimiento. 

La flota levó anclas y se dirigió a la bahía de Alcúdia. El 24 de octubre se inició la ofensiva de las tropas reales. Se empezó por atacar Pollença. Allí mujeres, ancianos y niños buscaron refugio en la iglesia, pero las tropas lejos de respetar el templo, lo quemaron con la población dentro. 

El pavor corrió como un reguero de pólvora entre el resto de las poblaciones de la isla, que se fueron rindiendo una tras otra. A medida que las tropas de Carròs de Vilaragut avanzaban hacia Palma, cientos de agermanats eran colgados al borde del camino. Ciutat se convirtió en el último refugio de los rebeldes. A inicios de diciembre empezó el asedio. A los tres meses la situación era insostenible. La ciudad capituló el 7 de marzo de 1523. 

El virrey Miquel de Gurrea se instaló en el castillo de Bellver—ahora convertido en prisión— y desde allí extendió la represión por toda Mallorca. Los condenados a penas mayores eran descuartizados y sus cuerpos mutilados se colgaban expuestos en la vía pública como medida de escarmiento. La ejecución más sonada fue la de Joanot Colom cuya cabeza se expuso en la Porta Pintada de las murallas de Palma durante siglos.