Resulta paradójico. Cada vez son más las personas que recurren a los viajes en solitario con la premisa de vivir experiencias transformadoras. El aislamiento no figura entre sus planes; al contrario, desean interactuar con los lugareños u otros viajeros para enriquecer su mochila vital. 

Solteros o con pareja, los viajeros single se interesan por este tipo de viajes porque les permite flexibilidad a la hora de adaptar las vacaciones a sus preferencias y les conducen casi irremediablemente  a un ejercicio de introspección y apertura –“sana”, apuntan– de mente. 

La generación X y los millennials nacidos entre 1965 y 1993, así como las mujeres son los perfiles que más invierten en este tipo de vivencias, según datos de Statista, que apunta al “empoderamiento femenino, la independencia financiera, el deseo de desconexión de la rutina y la posibilidad de enfrentarse a nuevos retos” como las principales causas de que las mujeres prioricen estas aventuras por encima del tradicional turismo de compras.    

Jessy Milla: “Me costó una semana y un taxi de 6 horas volver a España cuando estalló la pandemia”

Trabaja de chef, azafata y marinera en superyates de lujo y le apasiona surfear, practicar yoga, leer y escuchar música. Con 28 años, la palmesana Jessy Milla ya ha visitado Ecuador, India y Sri Lanka sola: “Para mí significa libertad y autoconocimiento, y te abre mucho más a conocerte a ti misma y también a los demás. Es inspirador”, admite.

Aunque advierte que debe ir con cuidado, reconoce que pocas veces ha sentido miedo en sus escapadas. Su primer viaje a Ecuador, en febrero de 2020, se vio truncado con el estallido de la pandemia: “Fui de las últimas turistas en irme del pueblo de costa en el que estaba. Me costó mucho (una semana y un taxi de 6 horas hacia el aeropuerto) conseguir un vuelo de repatriación. Una vivencia de la que nunca me olvidaré”, señala. 

El deseo de seguir conociendo lugares y gente nueva hacen que tenga puesta la vista en otros destinos como Australia, México, Nicaragua e Indonesia.  

Jaume Vinyas: “En Honduras un autobús dio marcha atrás más de 100 metros y nadie se inmutó”

El periodista Jaume Vinyas no siempre viaja solo pero tampoco le preocupa hacerlo así cuando no encuentra compañía porque le proporciona “libertad máxima: En los Balcanes decidí  dónde iba sobre la marcha, sin tener que discutir ni convencer a nadie, y eso es genial”, relata. Para Vinyas, “la soledad a veces te descubre a gente a la que, quizás, yendo acompañado, nunca le hubieras prestado atención”.

Cuando rememora sus andanzas, Vinyas revive la angustia que le acarreó deambular una noche por las calles de París mientras esperaba la llegada de unos amigos: “En aquel entonces no tenía dinero para un hostal y dos tipos intentaron robarme”, narra. De su paso por Honduras, también guarda un recuerdo imborrable que da pistas del talante del país caribeño: “Un conductor de autobús se saltó una salida de una autopista y decidió que era buena idea dar marcha atrás más de 100 m. El autobús iba lleno pero fui el único que pareció inquietarse”. Menos accidentada fue su estancia en Belgrado, donde compartió vagón con un ruso con quien habló toda la noche pese a la barrera idiomática: “Hice una amistad que a día de hoy mantengo”, confiesa.

Margarita Pérez-Villegas: “Japón me ha cautivado y lo llevaré siempre en mi corazón”

Los retos personales que se marca es lo que motiva a Margarita Pérez-Villegas a emprender una aventura sola. “Un día pensé que podía hacer las cuatros cosas que más me gustan (correr, leer, escuchar música y viajar) a la vez, corriendo maratones por todo el mundo. Es de las experiencias más enriquecedoras de mi vida”, expresa.

La directora de CaixaForum Palma, que ya ha completado las Six Majors, defiende que viajar sin compañía no es sinónimo de sentirse sola: “He conocido a personas muy diversas con las que he forjado una bonita amistad. A todos nos une la misma pasión”, declara.

Pérez-Villegas se ilusiona en cada nuevo periplo con la fase preparatoria (el plan de entrenamiento y viaje) y selecciona cuidadosamente los libros que se va a llevar o la música que va a escuchar. En Tokio, destino que “me ha cautivado y llevo en mi corazón”–incide–, donde corrió su última carrera, recuperó un clásico de Haruki Murakami: “De qué hablo cuando hablo de correr”, con el que se siente muy identificada “cuando habla de sus duros entrenamientos diarios, su gusto por viajar, la literatura… Allá donde fueres, haz lo que vieres”, sentencia.