La necesidad de nuevas actuaciones sostenibles, la eficiencia y nuevas formas de vida, trabajo y ocio, han llevado a que el sector de la construcción se transforme definitivamente. A nivel mundial, las industrias de la construcción suponen un 39% de las emisiones de CO2. Solo, el hormigón armado provoca el 5% de las emisiones; la calefacción, el 6% y el transporte el 14%.

Es por eso que actualmente existe un consenso generalizado sobre la necesidad de reducir las emisiones de CO2 durante la vida útil de los edificios. Pero falta concienciarse de la importancia de reducir las emisiones CO2 en los materiales utilizados durante la ejecución de las obras.

Texto: Lluc Borràs. Palma.

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Posidonia en las viviendas sociales de la calle Salvador Espriu, 39. Foto: Carles Oliver.

Para Joan Groizard Payeras, director general de Energía y Cambio Climático, “el Mediterráneo ofrece los recursos adecuados para reducir de forma importante el consumo energético tanto del proceso de construcción de viviendas como de su posterior uso”.

Así es como el IBAVI (Instituto Balear de la Vivienda) ha retomado el uso de la Posidonia oceánica seca como material de construcción, materiales y estructuras, tal como se realizaba tradicionalmente.

“Con la finalidad de trabajar con recursos locales de bajo impacto ambiental, buscamos materiales sobrantes en la isla de Formentera. Así dimos con la posidonia, que tradicionalmente se había usado como aislante en las cubiertas de las casas e iglesias de Formentera y en los palacios góticos de Palma en los que aún estaba en perfecto estado”, explica Carles Oliver, arquitecto de los edificios de Ignasi Barraquer. “Esto demostraba su durabilidad y solo nos faltaba saber su nivel de aislamiento. Hicimos un ensayo con el departamento de física de la UIB, que corroboró que su nivel de aislamiento es similar al de otros productos que ofrece el mercado”, remata Oliver.

Por su parte, Marc Pons i Pons, presidente del IBAVI, ve nuevas oportunidades de futuro: “Aprovechar un residuo aislante térmico y evitar tener que recurrir a materiales que no están presentes en nuestras islas aporta un nuevo enfoque en la edificación. Este es el camino por el que nos debemos mover”, según Marc Pons i Pons, presidente del IBAVI.

La utilización combinada de estos materiales locales disponibles con aquellos importados que sí tienen sellos de certificación ambiental constituye un modelo que permite reducir alrededor de un 50% las emisiones de CO2 durante las obras, ya sean de rehabilitación o de obra nueva.

Las viviendas sociales de la calle Ignasi Barraquer

Ante el encargo recibido de edificar ocho viviendas de protección pública en Palma de Mallorca, el IBAVI decide asumir el reto de construir viviendas públicas que cumplan su función social, respetando al máximo el medioambiente. Así es como nacen las viviendas públicas de la calle Ignasi Barraquer.

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Interior planta baja de las viviendas sociales de la calle Ignasi Barraquer, Palma. Foto: José Hevia.

Al ser edificios situados al lado del autopista, con una contaminación acústica de 75 dB, se ha optado por usar un diseño que garantice el confort mediante la inercia como principal medida para refrescar en verano, mecanismo que complementa la ventilación cruzada. Para aprovechar al máximo esta inercia, se propone una estructura de bóvedas de cañón en la planta baja.

Con el objetivo de usar materiales locales de bajo impacto ambiental, se selecciona la piedra de marés por ser el material local industrializado con menos energía incorporada. Además, regula la humedad ambiental interior, que en verano en Palma es del 70% de media y el nivel ideal de humedad es entre 40% y 60%.

La cubierta inclinada de la primera planta es otro de los elementos característicos de estas viviendas, ya que está construida con antiguos tablones de encofrar reutilizados. Cuenta con 30 cm de aislamiento hecho con hoja de posidonia seca precedente de Cala Gamba, a 11km de la obra, y algodón reciclado.

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