Aina Pascual es licenciada en Historia del Arte y autora de libros como La casa y el tiempo o El libro de los patios de Palma, referentes para conocer la historia de los casales palmesanos. “Hasta mediados del siglo XX, Palma albergaba uno de los conjuntos de casas señoriales más importantes del Mediterráneo, pero cuando escribí La casa y el tiempo junto a mi marido, Donald Murray, constatamos que la decadencia era más que evidente”, lamenta.

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La llegada del turismo “cambió todo. Vender fruta y trigo ya no daba para vivir bien y según fueron falleciendo los propietarios, los hijos vieron que no podían mantener las casas”.

“Elementos extraños a la isla entran a formar parte de este conjunto histórico”, prosigue Pascual. “Alemanes, ingleses o ahora suecos se enamoran de estas casas, pero no conocen nuestra cultura. Tampoco ha habido conocimiento ni voluntad por parte de las instituciones para dirigir estas restauraciones”. Según la especialista, el eslabón que más ha fallado es el de las comisiones de patrimonio. “Han recibido influencias muy fuertes y han dejado hacer cosas inexplicables, arbitrarias y faltas de visión de futuro”.

Nobleza extinta

Aquellas casas eran la insignia urbana de los linajes más acaudalados, “de los que ya no queda nada. Las élites ahora son otras y ya no se vive como vivían antes los nobles. Los inversores se han quedado con las mejores casas y se han hecho hoteles, apartamentos… El colectivo de arquitectos no ha ayudado, se escudan en los deseos del cliente”, critica Pascual.

Ejemplos son Can Pinopar, “una de las primeras que se destruyó, frente a la iglesia de Montesión. Al morir la propietaria, la herencia se repartió entre los sobrinos. Hicieron pequeñas subastas privadas, porque son momentos que suelen provocar vergüenza. Cuando se estaba convirtiendo en apartamentos de lujo y reproché que levantaran el empedrado original me dijeron: ¿Cómo una señora con tacones puede andar sobre cantos rodados? Esta es la mentalidad”. Can Armengol, propiedad del presidente de Ryanair, “tenía un jardín romántico increíble conservado durante 150 años y ahora todo es cemento, desapareció de la noche a la mañana”.

Hoy las pocas casas que perviven “pertenecen a personas con un alto sentimiento de historia. El ejemplo clásico es el de Pedro de Montaner y Magdalena de Quiroga, quienes junto a sus hijos intentan mantener como pueden Can Vivot para explicar su historia”, finaliza Pascual.

💡 Accede al reportaje: Casas señoriales de Palma: del poder de la nobleza a la decadencia.

💡 No te pierdas la entrevista con Pedro de Montaner y Magdalena de Quiroga, marqueses de Zavellá.

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