Jacobo Soteras y Antoni Sosa, dos hombres y un solo destino: el de velar por la seguridad de todo aquel que se adentra en la naturaleza imponente de la Serra de Tramuntana

Jacobo Soteras tiene 48 años y su vida es la montaña, en la que trabaja como especialista desde los 25. El cabo primero jefe del Grupo de Rescate Especial de Intervención en Montaña de la Guardia Civil (GREIM) es especialista en micro voladura en cavidades, lo que le ha llevado a traspasar fronteras mallorquinas para participar en rescates de gran complejidad. Fue parte de los trabajos para recuperar el cuerpo de Julen, un niño de dos años que se precipitó en un pozo de prospección de 71 metros de profundidad en Totalán, Málaga, en 2019, y que fue rescatado sin vida al cabo de 13 días. Un esfuerzo titánico que no tuvo un final feliz: “Te sientes frustrado, impotente. Te formas una especie de coraza, pero eres humano. Muchas veces se me han saltado las lágrimas cuando no hemos podido llegar a tiempo”.

 

Bombers de Mallorca, al rescate en la Serra

Antoni Sosa es cabo del Grupo de Rescate de Montaña de Bomberos de Mallorca (GRM) y trabaja en el parque de bomberos de Sóller. Sus compañeros lo consideran uno de los mejores montañeros y rescatadores de su grupo. Tiene 44 años, lleva 16 en el GRM pero su pasión por la montaña se despertó con 3 años cuando veraneaba en Balitx d’Avall, en Fornalutx. “Lo que nos motiva es ayudar a las personas”, cuenta. “En una ocasión, acudí a un rescate en el Puig Major en que uno de los hijos cayó acantilado abajo y el padre se lanzó a buscarlo, y acabó en estado grave. Cuando llegamos, me dijo: ‘Estoy en tus manos, no creo que aguante ni media hora más’. En esos momentos tienes las emociones a flor de piel y sientes una satisfacción personal muy grande al conseguir salvarle la vida a esa persona”. 

Ante sus incontestables hazañas, los dos afirman humildes: “No somos superhéroes. Somos profesionales del rescate. Es nuestro trabajo”. Pero su halo angelical les corona: “En un rescate en el Pas des Duro, en Escorca – relata Sosa – al llegar les pregunté cómo se encontraban, y me contestaron con cara de embelesamiento: ‘con esta luz blanca que veo tras de ti ahora eres nuestro Dios, nuestro salvador’”.

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