Para muchos, el cine es sinónimo de palomitas. Apenas cruzas las puertas y ese aroma cálido, entre mantequilla y nostalgia, te transporta a otro lugar incluso antes de que empiece la película. Ese olor marca el verdadero inicio de una película. Pero para Renée García, encargada del bar de Ocimax desde hace más de dos décadas, ese olor no es solo parte del ambiente: es su día a día, su ritmo de trabajo y, en muchos sentidos, su vida.
Renée lo tiene claro: “Considero que ha habido un antes y un después de la pandemia”. El cine, como tantos otros espacios de encuentro, se transformó. La irrupción de las plataformas, la inflación y los cambios en los hábitos del público han dejado huella. “Cuando estuvimos encerrados la gente necesitaba formas de entretenerse y las plataformas fueron un recurso muy usado. Ya no viene tanta gente como antes. Además, ir al cine con la familia hoy en día supone un esfuerzo. Pero, aun así, aquí tenemos muchas ofertas, y dentro de lo caro que puede parecer, somos de los más económicos de Mallorca”, dice con una mezcla de orgullo y sentido práctico.
Tras 20 años sirviendo palomitas, Renée García nos guía por los cambios en el cine, desde los días gloriosos de ‘Matrix’ hasta las fiestas en pijama al estilo Bridget Jones. Foto: Piter Castillo
Época dorada
Pese a todo, hay momentos que todavía despiertan esa chispa de emoción colectiva. Renée recuerda épocas doradas de estrenos que reventaban taquilla.
“Cuando se estrenó Matrix, vino mucha gente disfrazada y esto se llenaba, era un no parar. O con las pelis de Star Wars, también venían muchos grupos de amigos disfrazados a Ocimax. Eso sí que era mágico”.
Las palomitas mixtas de dulce y salado lo petan
Aunque los tiempos han cambiado, ella insiste en que la esencia del cine sigue viva. “Entré a una sala vacía mientras probaban el sonido… y se me pusieron los pelos de punta. Eso no te pasa en casa. En el cine, te metes en otra realidad. Al final, la esencia del cine está en una sala”, subraya.
Desde su puesto ha visto de todo: jóvenes que comparten combos gigantes, parejas que se reparten entre películas de acción y comedias románticas, clientes que piden mezclas imposibles de snacks… Le han llegado a pedir palomitas con ketchup, “sí, te lo juro”, dice entre risas. “Las mixtas de dulce y salado lo petan. Y al final, cada uno tiene sus manías. Hay quien no empieza la película sin palomitas, quien mezcla todo, quien no quiere ni oír un crujido… Pero no creo que haya una lógica entre el tipo de película y la palomita. Es simplemente cuestión de gustos”, aclara.
- Renée siempre te atiende con una sonrisa. Foto: Piter Castillo.
Los miércoles, día del espectador, es cuando se desata la locura. “Ese día la gente se lo gasta todo en el bar de Ocimax. Yo creo que vienen ya pensando: ‘venga, tiremos la casa por la ventana’. En contraste, los domingos han dejado de ser lo que eran: “Antes eran el gran día, ahora las familias prefieren venir más los sábados”.
En cuanto a estrenos inolvidables, Avatar se lleva la palma. “Fue brutal. La primera en 3D, la gente venía todos los días. Estábamos hasta arriba. Fue una locura, pero de las buenas”. Renée la vio en todas sus versiones, y aún hoy la recuerda con cariño.
García explica que algo que invita mucho a la gente al cine son las experiencias y eventos especiales, como la euforia rosa que desató Barbie o la pijamada en Ocimax por el estreno de la última película de Bridget Jones. “Pensé que no vendría nadie, pero fue espectacular. La gente vino en pijama, les dimos cava, una cajita de bombones… ¡y fliparon! Yo me sentí como en casa, porque soy muy Bridget Jones. Creo que si se hiciesen más eventos como este el público vendría más al cine”, explica García.
En un mundo que cada vez corre más deprisa, quedan pocos lugares donde todo se detiene. El cine es uno de ellos. Y mientras existan personas como Renée, que creen en la emoción compartida, en las historias grandes y pequeñas, y en el olor irresistible de unas buenas palomitas, esa pausa mágica seguirá existiendo.
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