Texto: Raúl Beltrán.
Los viajes internacionales apenas existen cuando antes “siempre estaba fuera: Santo Domingo, México, Jamaica, Miami…”. La pandemia ha cambiado las reglas de todos los sectores, incluido el de la fotografía, de la que Nando Esteva es buen conocedor. “Es momento de reinventarse”, asegura. Su creatividad y su particular ojo detrás del objetivo le han valido más de cien reconocimientos en todo el mundo. Excepto en Mallorca, la tierra natal del exitoso fotógrafo en la que, de momento, no es profeta. Quizás su coqueteo con la publicidad haya hecho sombra a la genialidad de su faceta artística, a pesar de que Esteva hace de la publicidad arte.
– ¿En qué porcentaje de sus fotos aparece?
– Diría que en un 1%, de hecho ha sido ahora durante la pandemia con la serie “Origen”. Me hice un autorretrato por las circunstancias, estando en casa. Una serie en la que revelé fotos de China sobre pasta italiana. Resume un poco el viaje del dichoso virus, que tuvo su origen en China, nos asustó cuando pasó por Italia y luego llegó a nosotros. Eso sí, solo aparezco en un fotograma de un proyecto. Nunca antes había aparecido, siempre estoy detrás de la cámara.
– Tiene cientos de premios… ¿Cuál destacaría como más importante?
– Siempre diré que para mí es el primero, con la serie “Rostros” que creé en 2009 y sobre la que hice una exposición en 2010. Desde ese momento comenzó mi carrera artística y empecé a compatibilizar arte y trabajos publicitarios. Recibí un premio nacional que no pude recoger porque estaba trabajando en México. “Rostros” fue el homenaje que hice a mi padre, fallecido a causa del cáncer, con el que quedamos terceros en los premios de España de los LOOKs. Para mí fue el detonante; darme cuenta de que había llegado hasta ahí entre una selección de 3.000 fotógrafos. Pensé: ¿por qué no seguir intentándolo a nivel internacional? Fue el primero de los ciento y pico premios internacionales que llevo. Como 110-115, porque la verdad es que no los cuento. El último de los más reconocidos ha sido en Japón, donde mezclo hojas de mi jardín durante la pandemia con un viaje que hice a Tokio hace años y que marcó parte de mi carrera. Pude fotografiar geishas que plasmé en las fotografías de las hojas. Una combinación con un lema claro: nosotros seguimos encerrados, pero el arte sigue siendo libre. Cada semana del confinamiento pude crear arte y hacer que el arte viajara a pesar de estar encerrado en una casa.
– Y en Mallorca, ¿ha recibido algún premio o tampoco es profeta en su tierra, como sucede muchas veces?
– La verdad es que pocos. Recibí uno en Alcúdia como mejor fotógrafo gastronómico hace 3 o 4 años. Y poco más, la verdad. He tenido alguna mención en Palma, pero premios importantes no. He sido más reconocido en Barcelona, que sí que ha marcado mi carrera con la base de los premios nacionales de España, los LOOKs. Y a nivel internacional Francia, Estados Unidos, Japón, Rusia y China sobre todo. He tenido que presentarme personalmente en Shanghái en varias ocasiones por obras que he hecho. Lo de no ser profeta en mi tierra es verdad, pero creo que le pasa a todo el mundo. No sé qué explicación tiene pero yo lucho para que se reconozca lo que estoy haciendo. Creo que hay que luchar mucho fuera para que nos escuchen dentro y considero que voy por el camino para que algún día tal vez se me pueda reconocer también aquí, cosa que de momento no ha sido posible.
– ¿Cómo fueron sus inicios en la fotografía?
– El éxito llegó con “Rostros” en 2009. Antes de estos 25 años de carrera, me dediqué a hacer publicidad y a viajar por todo el mundo como asistente de un hawaiano con quien empecé a trabajar con solo 16 años. Estuve 7 años con él, pero después mi padre enfermó y ya me quedé aquí en Mallorca. dejé de viajar porque quería estar con él, quien sufrió una enfermedad durante 10 años. A partir de aquí, me puse por mi cuenta, pasando del analógico al digital con un cambio brutal que se avecinaba. Aposté por renovar todo el equipo y desde entonces he vivido cambios constantemente.
– ¿Cómo un joven mallorquín acaba recorriendo el mundo junto a un hawaiano?
– Estaba en el instituto en Palma y me quería dedicar a periodismo; me gustaba mucho la prensa, pero no lo tenía claro. Mi padre era arquitecto, hacía algo de publicidad y conoció a un fotógrafo hawaiano. Me propuso ir con él de viaje y conocer a este fotógrafo, algo que disfrutamos muchísimo. En parte lo hizo para comunicarnos más y mejor entre nosotros. A partir de conocer al fotógrafo, comencé como ayudante en su estudio en Palma: barrer, fregar, limpiar, pintar… No tocaba una cámara, ¡ni la olía! De barrer pasé a ser asistente y empezar a tontear con la fotografía. Con el tiempo, mi padre murió y me monté algo por mi cuenta. Me independicé a los 17 años en Palma, viajaba mucho con el fotógrafo hawaiano. Fue una etapa muy joven y con mucha responsabilidad. Me perdí esa parte de fiestas, etc.
– En su portfolio se incluyen vídeos y proyectos muy creativos, como el que hace de una hamburguesa arte. ¿Qué hay detrás de un trabajo así?
– Este en concreto es una llamada de Profoto, marca de flashes líder mundial. Llevan tiempo detrás de mi trabajo y me sorprendió su llamada porque solo colaboran con fotógrafos muy consagrados. Se trababa de empezar con algo muy básico, un directo en Instagram, enfocado a un público mundial que quería ver mi estudio, el cual siempre he sido reacio a enseñar. Siempre que me proponen algo, intento darle la vuelta: es esa parte de transgresión y originalidad que me caracteriza. Les propuse hacer algo diferente con Abel Castro, una eminencia en iluminación, y como tengo cocina en el estudio… Yo pinto mucho, con espray y diferentes técnicas para luego fotografiar y crear arte. Decidí pintar, en un transcurso de cuatro días, ciertos elementos de una hamburguesa buscando la oxidación de los productos y así ver cómo iba oxidando durante esos días previos al directo, que tuvo mucho reclamo. Al final se arrepintieron de que no se emitiera por YouTube para haber logrado más calidad. Así que estamos preparando un segundo trabajo de gran envergadura. En definitiva, fue un proyecto más granuja, más impactante, con ambiente y máquina de humo… Hubo pocas personas detrás, fuimos 4 o 5. En situaciones normales estamos conectadas varias personas en mi ordenador junto a gente en Buenos Aires, Chile, Estados Unidos, Dubái… Podemos llegar a ser hasta hasta 30 personas opinando en directo para una sesión. La producción es lo que tiene.
– ¿Cómo se conjuga la disciplina artística con la publicitaria?
– Una cosa va ligada a la otra. Yo hacía publicidad a nivel principiante que luego fui desarrollando con campañas con Rafa Nadal y otros deportistas y que se fue complicando hasta que me lancé a una importante inversión en cámaras, etc. Pero cuando me premiaron por “Rostros” y reconocieron mi trabajo, me puse como obligación hacer varias colecciones de arte al año que me aportaran conocimiento, sabiduría y técnica fotográfica. Son proyectos personales en los que desarrollo técnicas nuevas y doy rienda suelta a la originalidad. Para ello hay que documentarse mucho antes. Es un ciclo cerrado en el que aprendes, aprendes y aprendes, así luego puedes aportar tu granito de arena en calidad y originalidad a las grandes marcas. Creo que ambas disciplinas conjugan mucho pero a la vez están lejos una de otra. Porque también me ha penalizado hacer arte y publicidad; las galerías de arte no se interesan por mi trabajo. Aún así, me compensa tocar las dos, porque así es como he podido sobrevivir estos 25 años. Cámaras, luces, cables, tarjetas, ordenadores… Las inversiones son constantes y sin publicidad no podría sostenerlo. Ahora también me he lanzado a vender mis piezas artísticas. Arte y publicidad son un amor odio pero es increíble tocar las dos, porque aporta mucho conocimiento.
– ¿Qué se queda del antes, del durante y qué espera del después de la pandemia?
– El antes: locura máxima. Una vida descontrolada, a nivel emocional, psicológico y laboral. Vas pegando tumbos, a un ritmo frenético. La rutina diaria es una exigencia máxima donde no todo vale y todo tiene que ser para ya. Incluso pasar bastantes veces por urgencias, llegas a enfermar. Aunque tengas éxito te exiges más y más hasta que me veo en Santo Domingo en febrero de 2020, llego a Mallorca, empiezo a ver gente con mascarilla y me encierran al tiempo que un mensajero toca la puerta con todo un equipo nuevo de fotografía el mismo día que nos confinan. ¡Guau! Parón y con equipos nuevos… Así que toca pausar y sufrirlo. Se paralizan todos los contratos anuales porque no hay nada que hacer y empiezas a interiorizar todo lo que pasa, sin rendirme y haciendo arte para seguir entrenándome, practicando, aprendiendo y disfrutando de mi familia. Para llegar al momento en el que estamos ahora. Una apertura escalonada pero respetando más mi tiempo y a mí mismo, parando a una hora determinada, disfrutando de los seres queridos y valorando mucho más las cosas. ¿Qué pasará en un futuro? Imagino que volveremos a lo frenético, pero cobrará más importancia la salud mental. Quiero estar preparado para tener una salud mental buena y poder gestionar y conjugar trabajo y familia. Para mí, esto es una gran oportunidad en la que quiero aprender a ser mejor persona y mejor profesional. Me ha pillado en una situación privilegiada, pero también con miedos. Creo y espero que esto nos hará mejor sociedad, a pesar de todo el sufrimiento de tantas y tantas personas.
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