Texto: Virginia Servera. Palma
Fotos: A. Costa / Servei comunicació UIB
Catedrático de Economía de la UIB y director de la Fundación Impulsa Balears, Antoni Riera plantea tres palancas clave para mejorar la competitividad de Baleares en estos momentos: eficiencia, innovación y sostenibilidad.
En uno de sus artículos más recientes afirma que estamos ante “una crisis sistémica que afecta al conjunto del sistema regional”. Explíquenos a qué nos enfrentamos.
Lo cierto es que es una crisis claramente distinta. La última crisis era fundamentalmente una crisis de demanda pero en este caso tenemos un componente muy importante de oferta. Además, cabe el riesgo de que pudiera tener una tercera derivada en términos financieros. Por tanto, podemos decir que estamos ante una situación muy excepcional, que no aparece jamás en los libros de economía y para la que resulta difícil encontrar una receta.
¿Cree que recuperaremos la actividad turística de 2019? ¿Cuándo?
Verbos como “recuperar” o “reconstruir” me parecen verbos poco ambiciosos y muy reactivos. Más que volver al 2019 lo que hay que hacer es avanzar y acelerar lo que queremos ser en 2030. Sin lugar a dudas, Baleares seguirá viviendo del turismo pero será un turismo de mayor valor, mucho más sofisticado; dejaremos de prestar servicios para vender experiencias.
El coronavirus ha puesto al descubierto las debilidades de la economía balear. ¿Es una oportunidad para encontrar alternativas al monocultivo turístico?
La COVID ha provocado algo que otras crisis no han sido capaces de provocar: la ruptura con el volante de inercia que supone el turismo en Baleares. En las otras crisis, el turismo siempre ha sido el sector que ha sacado al archipiélago de la crisis antes que al resto de regiones pero en este caso no y eso nos conduce a afrontar un ejercicio de reformulación. No se trata de huir del turismo sino de sofisticar el turismo. Es decir, de transitar del volumen al valor.
Jamás habría imaginado caídas del PIB superiores al 20%”
¿Estamos preparados para afrontar este reto?
No me cabe ninguna duda. En este momento lo que necesitamos es añadir a la capacidad de adaptación que tiene el ecosistema turístico balear, la capacidad de anticipación de cómo será el turismo que viene. Y ahí entran en juego factores muy disruptivos como son todas las cuestiones vinculadas a la digitalización, la circularidad, la sostenibilidad, la robotización…
¿Cuándo asistiremos a la recuperación del PIB?
Como economista, jamás habría imaginado caídas del PIB superiores al 20% como las que se habrán producido en Baleares este año. Dependerá de dos cosas: de la vacuna y de la capacidad que tengamos de convivir con el virus. La vacuna dará una solución relevante pero no íntegra. Por tanto, la adaptación tanto de los procesos de producción como de consumo a situaciones como la que hemos vivido determinará el período temporal de la recuperación. Espero que en 2022 podamos empezar a andar el camino.
Muchas pequeñas y medianas empresas están echando el cierre…
Tan rápido como la incertidumbre que pesa sobre los negocios desaparezca, aparecerán nuevas oportunidades y habrá una regeneración de ese tejido empresarial. No me preocupa tanto la sustitución cuantitativa, que estoy convencido de que se dará,
sino la sustitución cualitativa. Que lo bueno, lo diferencial y lo único se pierda en ese proceso. A diferencia de la crisis de 2008, la estrategia gubernamental para superar la crisis parece que pasa por una mayor inversión pública. La inversión es bienvenida desde la perspectiva del contador de crecimiento –si se invierte hoy, se obtiene crecimiento mañana–, pero tendríamos que garantizar que esa inversión tuviera un doble rédito: crecimiento y ganancias de productividad. La COVID es muy exigente. No basta con agilizar el contador de crecimiento, hay que conseguir mejorar la eficiencia de los procesos de producción. Baleares
necesita ganar competitividad.
¿Qué nos hizo pensar que contábamos con el mejor sistema sanitario del mundo?
Nuestro sistema de medición, no solo en el ámbito sanitario sino también en otros, se basaba y se basa en aspectos de carácter cuantitativo. Entendíamos que teníamos un buen sistema sanitario porque la ratio de médicos, quirófanos o camas era más alta. La COVID ha puesto de manifiesto que tan importante como el capital físico y humano que atesoras es también la capacidad de gestión y la flexibilización de esos procesos. Y ahí es verdad que hemos encontrado alguna debilidad.
En épocas de crisis, la clase media tiende a menguar y las rentas más altas a crecer. ¿Se está repitiendo este patrón? ¿Vamos hacia una sociedad más desigual?
Las crisis siempre generan, al menos en las etapas más primarias, un aumento de la desigualdad. Los colectivos más vulnerables tienden a soportar más el impacto de la crisis y, lógicamente, el tramo medio, también se empobrece.
¿Cómo nos afectará este adelgazamiento de la clase media?
Si recordamos el escenario de la Gran Depresión, después del año 29, hubo una reorganización del propio sistema capitalista y la clave estuvo en la consolidación de la clase media. La respuesta definitiva a la COVID está precisamente también en esto, en una reformulación del sistema capitalista y reubicación de la clase media en el lugar donde le corresponde. De lo contrario, nos veríamos sujetos a muchas tensiones de carácter social que terminarían impactando también en la capacidad de generar negocio de la economía.
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