Mallorca esconde bajo su superficie más de cinco mil cuevas de inigualable belleza y gran valor científico.

El paisaje mallorquín, sus afamadas playas y las cumbres de la Serra pisan sobre uno de los más grandes y desconocidos tesoros de Mallorca: sus cuevas. Cavidades kársticas que se reparten por toda la isla y que llaman la atención de medios y espeleólogos de todo el mundo, que aterrizan en Mallorca para disfrutar de un patrimonio natural que, hasta ahora, no es profeta en su tierra. “Contamos con más de 5.000 cuevas y se van encontrando nuevas”, apunta Francesc Gràcia, presidente de la Societat Espeleològica Balear (SEB) y doctor en Geografía de la UIB.

Cuevas del Drach. A. Cirer

Cuevas del Drac. Foto: A. Cirer.

“Son una puerta al conocimiento”, prosigue el presidente de la SEB, cuyos integrantes están en continua relación con grupos investigadores de la universidad y científicos del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (Imedea). El subsuelo de la isla guarda “fósiles sepultados hace milenios, hallazgos arqueológicos, mineralógicos, etc. A través de medios isotópicos que se remontan a millones de años, se puede reconstruir lo que hoy en día tanto interesa por el cambio climático: los cambios en el nivel del mar, que quedan registrados en estas cuevas”, explica Gràcia.

En la Serra predominan las simas y las cavidades verticales. En el Migjorn y el Llevant “son más parecidas a las de Yucatán, México”. A pesar de su valor, el sótano mallorquín “es como un universo al que no podemos llegar. Solo a través de entradas naturales a veces producidas por hundimientos, por la erosión del mar o por perforaciones artificiales”.

La joya de la corona

Incomunicada con el exterior hasta 1968, la perforación de una fosa séptica sacó a la luz la que podría considerase la joya de la corona de las cuevas mallorquinas: Pas de Vallgornera. Los espeleólogos Alicia Gallardo y Joaquín Pérez han documentado en un libro esta cueva que describen como “infinitamente bonita, en la que se puede ver casi todo lo que hay en el mundo”. Desde que se adentraron en ella por primera vez en 2012, han entrado “cada mes, algunos días hasta 20 horas, a pelearnos en sus 80 kilómetros de galerías”, aseguran.

Cueva de Vallgornera. Fotos Alicia Gallardo y Joaquín Pérez

Cueva de Vallgornera. Fotos Alicia Gallardo y Joaquín Pérez.

“Viene gente de todo el mundo solo para visitar cuevas. Cuando bajan a la primera sala de Vallgornera y nadan en su lago dicen: ¡Esto no lo hay en ningún sitio!”, comentan los autores del libro Pas de Vallgornera, quienes también destacan otras cuevas de la isla como Caragoler, Na Mitjana, La Campana -en una de sus salas cabría La Seu- o Cueva de Onix.

Falta de apoyos

Tanto Gràcia como Gallardo y Pérez lamentan la falta de apoyo por parte de las administraciones. “Lo que aportan los espeleólogos no se nos devuelve a nivel oficial. La Conselleria podría dar ayudas según los resultados obtenidos para, al menos, cubrir algunos gastos”, reprocha el presidente de la SEB.

Alicia y Joaquín, por su parte, no entienden cómo “en Mallorca no tenemos un centro de interpretación de una cueva tan importante como Vallgornera, que explique su génesis. Vendrían miles de personas y daría puestos de trabajo”. Los dos coinciden en que se debería potenciar la “cultura de cuevas. ¿Por qué no se habla de lo que tenemos? Entre deportistas, científicos y administraciones podríamos hacer un trabajo conjunto para dar valor a todo este patrimonio escondido”, explican.

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