La historia de su vida a través del arte. Así describen Ben Yakober y Yannick Vu la esencia del Museo Sa Bassa Blanca, el flamante legado que no estaba previsto cuando llegaron a Mallorca en los años 60 y cuya visita, a 15 minutos de Alcúdia, regala una catarsis como pocas en la isla. Desde entonces, Jakober (Viena, 1930) y Vu (Montfort-l’Amaury, Francia, 1942) quedaron fascinados con Mallorca por “el paisaje totalmente idílico y la posibilidad de conectar con tu ser propio”.
Hija de Vu Cao Dam, que hoy se revela como uno de los tres artistas más importantes de Vietnam, para Yannick Vu fue difícil encontrar su identidad como artista “sin romper el molde del padre”. Su primer marido, el pintor italiano Domenico Gnoli, era el nexo en común de Ben y Yannick. “Él era amigo de la infancia de Ben y me dijo que tenía que presentármelo. Así conocí a los dos hombres de mi vida”. Ben, hijo de coleccionistas de arte, trabajaba como un prestigioso empresario de banca en París y se dijo: “¿Qué hago en París pudiendo vivir en Mallorca?”. Con 38 años lo dejó todo y compró la extraordinaria finca Mortitx. Poco después, Gnoli murió de cáncer tras dos años viviendo en S’Estaca. “Perder un amigo y un marido tan querido fue algo muy duro y finalmente juntamos nuestros destinos”, recuerda la pareja. Fue entonces cuando surgió la oportunidad de comprar Sa Bassa Blanca.
Lección de vida
La construcción de su casa familiar se la encargaron al aclamado arquitecto egipcio Hassan Fathy, quien concluyó en 1980 este espectacular edificio de estilo hispano-morisco. En el 92, los Jakober se toparon de nuevo con la tragedia al fallecer su hija Maima. “Convertimos esta casa poco a poco, a través de las tragedias que ocurren en la vida, en lo que es hoy”.
Hoy Sa Bassa Blanca es un fascinante diálogo entre culturas, una heterogénea colección de obras de arte que interpelan de una forma u otra a la pareja. Ben describe cómo “’poc a poc’ el espacio ha evolucionado desde que en 1993 se constituyera la Fundación Yannick y Ben Jakober. Su pasión por el arte se evidencia según caminan por las estancias de la casa. Ya en el vestíbulo dialogan un Miró y uno de los cuadros de la marroquí Chaïbia Talal, cuyas similitudes no dan pie a pensar que la pintora comenzó en el arte de forma totalmente espontánea y autodidacta. En la planta baja sorprenden la majestuosa Biblioteca, la Sala de Confluencias o la Sala Africana. “El arte africano supuso el principio de todo”, recuerda Vu.
Las obras de arte ocupan cada rincón del edificio. En la planta de arriba, Vu destaca con cariño “Portrait of Renée A.”, un retrato de su madre del año 1938, o la cabeza esculpida de su abuelo. Mientras Jakober invita a descubrir lo que antes era su dormitorio, coronado por un increíble artesonado mudéjar fechado en 1498 en Tarazona y declarado Bien de Interés Cultural del Patrimonio de las Islas Baleares.
Oda al arte
Pero Sa Bassa Blanca es mucho más que la antigua casa familiar levantada por Fathy, algo que el visitante percibe desde su llegada al museo. La colección “Nins”, antes ubicada en el edificio principal, ocupa ahora el reformado aljibe para mostrar una serie de retratos de jóvenes, muchos de ellos de la realeza de los siglos XVI a XIX. Un sótano íntimo que esconde una colección única en el mundo, cargada de detalles sobre la aristocracia europea. Mientras que en el espacio Sokrates los Jakober yuxtaponen culturas y épocas. El esqueleto de un rinoceronte lanudo siberiano frente a una cortina de cristales de Swarovski que apareció en la gala de los Oscar de 2007 o el cuerno de un narval junto a la imagen de un unicornio.
En el exterior, los jardines conforman un parque de esculturas con decenas de obras muy diversas: del Árbol de los Deseos de Yoko Ono al Santuario de Zbel Manifest, que pone en cuestión el excesivo consumo de plástico. Rinocerontes, megalitos y hasta un Kraken irrumpen en la calma de un espacio natural que invita a la reflexión. Es imposible que la pareja elija su obra predilecta, “nadie tiene hijos favoritos”, sentencian.
“Todo ha sido un proceso que no estaba previsto al principio que hoy sigue transformándose de forma constante. Y esperamos poder continuar con esta evolución”, afirma Jakober. Para Yannick, el objetivo de la Fundación “se ha clarificado, porque con la aceleración del tiempo y el acercamiento del final, queremos compartir y devolver a Mallorca lo que Mallorca nos ha brindado”. Tanto ellos como sus obras han dado la vuelta al mundo. Sin embargo, Mallorca es su casa y, al mismo tiempo, la heredera de todo un legado artístico que, gracias a su generosidad, las generaciones futuras podrán descubrir sin salir de la isla.
💡 Reportaje incluido en la revista Mallorca Global Mag, edición otoño-invierno 2023-2024.
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