“Observar el mar como se observa en La Habana, en Palermo o en Corfú: como la única frontera. Observarlo y saber que es el mar el que nos ha hecho como somos. Para bien y para mal. Nada ha influido tanto en nosotros como el mar. Y esperar”.
Hacia el final de En la ciudad sumergida, libro en el que cuenta su historia familiar en relación con Palma, el poeta y narrador José Carlos Llop ofrece una clave del espíritu insular. Y en medio de la entrevista con Mallorca Caprice describe otra: “El clima nos interesa especialmente. Hablamos del tiempo para no hablar de cosas más íntimas o conflictivas. Es una forma de educación casi japonesa, una forma de cortesía. También es una manera de reconocer el propio territorio”.
– Usted dice que Palma es la ciudad que le enseñó a amar otras ciudades. ¿A cuáles ama y por qué?
– Amo aquellas en las que, siendo diferentes, me encuentro como en casa. Burdeos, donde he vivido y mezcla una fineza urbana con la sensación de que estás en medio del campo. Y París, por supuesto. En París no vives solo en tu época, sino que atraviesas –como en Drácula, de Stoker– océanos de tiempo. Estás en el siglo XIX y luego en el XVII y más allá en el XVIII y el XX de entreguerras. Es una cuestión de atmósferas que enriquece el trabajo del escritor.
– ¿Por qué su obra es muy leída en Francia?
– No lo sé, pero les estoy muy agradecido. Uno cuando escribe intenta hacerlo lo mejor posible y ha de tener fe en aquello que escribe. Pero le diré una cosa: el escritor se forja en la travesía del desierto. No se forja en laureles, ni con palmadas en el hombro, ni en listas de grandes éxitos.
– ¿Corrige mucho?
– No. A lo mejor debería corregir más (risas). Si corrigiera más tal vez se me ocurrirían otras cosas.
– ¿Lee a escritores contemporáneos de Balears?
– Claro. La literatura es mi casa y la curiosidad obliga a explorar otras casas vecinas. ¿Nombres actuales?: Daniel Capó, Andreu Jaume, Llucía Ramis y Nadal Suau.
– ¿Qué no debe faltarle a un poema y a una novela?
– La cadencia rítmica es esencial en la lengua porque hacemos música con ella y no solo en la poesía, también en la prosa. Pero la prosa es más sinfónica, con muchos instrumentos y voces que se van tejiendo a medida que avanza el relato. La música está en todos mis libros.
Texto: Juan Ignacio Orúe. Palma.
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