La entrada del restaurante. Fotos: Piter Castillo

En el barrio palmesano de Génova se encuentra el Mesón Ca’n Pedro, uno de los restaurantes más emblemáticos de cocina mallorquina en la isla.. Con casi 50 años de historia, este local ha conquistado el corazón de residentes y turistas que buscan una experiencia culinaria auténtica, envuelto en el encanto que lo caracteriza.

Los inicios

La historia del restaurante Ca’n Pedro comienza en los años 70, cuando Pedro Esteban, el fundador, comenzó a trabajar en la restauración como camarero. Nacido en Extremadura, Pedro llegó a Palma siendo un niño de apenas 9 años, y poco después enfrentó la pérdida de su padre. “Tuve una infancia complicada, desde los nueve años que llevo trabajando, teníamos que sobrevivir de alguna manera“, recuerda Pedro Esteban, reflejando las dificultades de sus primeros años.

Durante años, compaginó su labor en la construcción con el trabajo en la hostelería, desempeñándose como camarero en Casa Gonzalo, un restaurante gestionado por un primo de su padre. Su dedicación no pasó desapercibida, y con el tiempo, el dueño confió en él para liderar un nuevo proyecto. “Con apenas 26 años asumí la responsabilidad de dirigir Casa Gonzalo II“, recuerda con orgullo.

Sin embargo, en 1976 decidió dar un paso más y abrir su propio local: el primer Ca’n Pedro. “Estuve al frente de ese restaurante durante muchos años, pero al ser un edificio alquilado, los gastos y las complicaciones eran constantes”, explica. Por eso, en 1991, decidió comprar un terreno y construir su propio restaurante. “Aunque algunos colegas me llamaban loco por comprar un terreno que era poco más que un barranco, mi mujer y yo trabajamos duro. Ese esfuerzo dio sus frutos, convirtiendo lo que parecía un sueño lejano en el éxito que es hoy”, subraya.

Actualmente, Mesón Ca’n Pedro atiende a más de 200 comensales al día, cifra que supera los 800 durante los fines de semana, especialmente en verano. Este logro es posible gracias a un equipo de 92 empleados, que, como una obra de teatro bien ensayada, trabajan de manera coordinada desde las siete de la mañana hasta las once de la noche, asegurando que cada detalle funcione.

El sabor de la tradición

Restaurante Ca’n Pedro Mallorca tradicional

Los cocineros comienzan su jornada temprano para preparar todo.

La propuesta gastronómica ha sido clave en su éxito. Con una carta repleta de platos tradicionales de la cocina mallorquina, destaca especialmente el uso de productos frescos y locales. “Contamos con muchos proveedores, solo de carne trabajamos con cuatro distintos, y todos nos garantizan productos frescos y de calidad”, señala, ensalzando que algunos platos se han convertido en auténticos emblemas del restaurante.

El arroz brut, un clásico mallorquín, es uno de los platos más solicitados, especialmente en invierno. También destacan los caracoles, el frit mallorquín, el tumbet y las carnes a la brasa. Entre ellos, la carne a la piedra es especialmente popular, tanto entre adultos como entre niños, “los más pequeños son los que más disfrutan porque pueden participar en la experiencia”, indica Pedro Esteban.

Para satisfacer la alta demanda, el restaurante maneja diariamente cantidades impresionantes de ingredientes: “solo de caracoles, se preparan alrededor de 50 kilos al día”, apunta. Además, platos como el arroz y los caldos se elaboran en grandes volúmenes para atender a la gran afluencia de comensales.

Tres generaciones en el restaurante Ca’n Pedro

El restaurante Ca’n Pedro es ahora un negocio familiar, gestionado por los tres hijos de Pedro: Carlos, Dani y Ana. Cada uno desempeña un rol específico: Carlos y Dani supervisan la operativa diaria, mientras que Ana se encarga de la parte administrativa. Además, cuentan con un equipo de encargados que ayudan a coordinar las actividades y horarios. Asimismo, varios nietos de Pedro han comenzado a involucrarse en las labores del negocio desde hace unos años, consolidando un legado en el que ya participan tres generaciones de la familia Esteban, comprometidas con mantener viva la tradición de Ca’n Pedro.

A pesar de estar jubilado, Pedro sigue implicado en la vida del restaurante. “Con mis 82 años vengo por las mañanas para ver cómo va todo y luego me quedo a comer. Los fines de semana aprovecho para tomar café y saludar a los clientes, uno por uno”, comenta. Su conexión con ellos es profunda: “A muchos de los comensales los conozco desde siempre. Han pasado de venir en pareja a hacerlo con sus hijos y ahora con sus nietos”, dice con una sonrisa, dejando claro que este negocio siempre ha sido mucho más que un trabajo: es una pasión que le ha acompañado toda la vida.

 

revista mallorca global mag