Televisión Española emitió recientemente un documental exponiendo los resultados de un laboratorio de genética que ha trabajado durante años para desvelar el discutido origen de Cristóbal Colón. Tuvo dos partes: la primera mostró el cotejo del ADN de Colón con el de varios personajes históricos y permitió descartar las tesis gallegas, portuguesas, navarra y castellana. Pero la segunda parte, que afectaba a otras dos tesis –la mallorquina y la valenciana–, presentaba mayor dificultad porque no era posible el cotejo del ADN de Colón con el de algún supuesto familiar. Y el resultado fue decepcionante. Es regla básica que, cuando no se dispone de pruebas para confirmar una hipótesis, ésta debe quedar en suspenso. En caso contrario, se corre el riesgo de perder credibilidad. Y eso es lo que ocurrió con las dos tesis citadas: el análisis del ADN no podía dar conclusiones fiables, y se hizo lo que nunca se debería: idearlas.
En el caso de la tesis mallorquina, un punto de interés era dilucidar el parentesco de Colón con el príncipe Carlos de Viana. Pero no era posible el análisis comparado de sus restos, ya que los del príncipe fueron saqueados. De modo que había que buscar una alternativa, a ser posible un pariente cercano del príncipe, como su padre Juan II de Aragón o su hermanastro Fernando el Católico.
Pero tampoco fue posible. Y se recurrió a analizar los restos de un antepasado lejano, Tello de Castilla (1337-1370), hijo natural del rey Alfonso XI. Pero sabido es la cantidad de hijos naturales que fueron generados por reyes y nobles de esa época (Alfonso XI tuvo diez) y la escasa seguridad de que un hijo natural –aunque fuese reconocido– fuera de verdad un hijo biológico. De modo que, si se elegía a Tello para analizar su ADN, debía haberse confirmado el resultado con otras dos o tres personas emparentadas con Carlos de Viana antes de darlo por fiable. Pero se concluyó –con absoluta falta de rigor científico– que Colón no estaba emparentado con Carlos de Viana porque no lo estaba con Tello de Castilla. Un desatino.
Igualmente endeble fue el análisis de la tesis valenciana. El sorprendente silogismo que se propuso para refutar la tesis genovesa -Colón era judío; en Génova no había judíos; luego Colón no era genovés- carece de toda lógica. La primera premisa (Colón era judío) es indemostrable por vía ADN. Y la segunda (en Génova no había judíos) tampoco puede probarse. Es cierto que en esa ciudad hubo expulsiones de judíos desde el siglo XII, pero también las hubo en 1515 y 1550, lo que prueba que nunca fueron efectivas. De modo que ni se puede afirmar que Colón era judío, ni que en Génova no hubiera judíos. Y de esas dos falsas premisas, se concluyó que Colón no era genovés. Los defensores de la tesis genovesa –que siguen sin probarla– celebrarán sin duda esos resultados. Porque cerrar el trabajo con tan gratuitas conclusiones solo sirve para dar alas a la opción contraria.
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