Margalida GiliLa extracción de la piedra de la Locura es una pintura de El Bosco, burla de una tradición medieval que consistía en extirpar la piedra en el cerebro que provocaba la enajenación. El camino recorrido por la Salud Mental desde lo esotérico a lo científico ha sido largo, complejo y cruel en muchas ocasiones.

El estallido del malestar emocional tras la pandemia ha normalizado el sufrimiento psíquico, ha reducido el estigma y ha insertado la Salud Mental en el discurso político. Actores, deportistas e influencers han contribuido a que se solicite más ayuda profesional. Pero también ha motivado una excesiva medicalización de problemas cotidianos, un aumento exagerado de consultas sanitarias que no pueden ser atendidas por los recursos existentes, claramente insuficientes, un incremento del consumo de antidepresivos y ansiolíticos y mayor número de bajas por salud mental. ¿Por qué si acudimos más al psicólogo o al psiquiatra la salud mental empeora?

La frontera entre enfermedad mental y malestar psicológico es difusa. Hay un sufrimiento emocional que es adaptativo, proporcional al acontecimiento vital estresante, no patológico y que no debe ser solucionado por los dispositivos sociosanitarios. La historia de la humanidad es evolución y adaptación al cambio. El desamor, los exámenes, la pérdida de un ser querido, del trabajo o incluso un confinamiento son eventos que abruman pero forman parte de la vida. Pueden generar síntomas de una ansiedad o depresión sana que con adecuadas estrategias de afrontamiento y apoyo social deben ser superados y no tratados por el sistema sanitario. En cambio, la depresión y la ansiedad como enfermedades son entidades clínicas con criterios diagnósticos definidos, altamente incapacitantes, que se dan por la confluencia de factores biológicos, psicológicos y sociales y que requieren tratamiento. No son la manifestación cultural del sufrimiento ni necesariamente consecuencia de éste. Tampoco la terapia es crecimiento personal. En este contexto deberían priorizarse las enfermedades mentales graves como la depresión mayor, la esquizofrenia o el trastorno bipolar, entre otras. No puede recibir menos atención quien más la necesita.

Entre la juventud ha calado un modo más abierto y sincero de entender la salud mental. Las generaciones anteriores no disfrutaron de esta prerrogativa. Pero las redes sociales son un perverso compinche en el tema emocional. Sólo un 10% de quienes hablan de Salud Mental en redes sociales están cualificadas, el 80% de las recomendaciones son engañosas y el 15% perjudiciales. En discursos de un minuto, vacíos y plagados de opiniones, se insertan términos científicos como cortisol o dopamina para que suenen veraces. La psicología no son consejos, lecciones o reflexiones morales. La importancia del fundamento científico de la Salud Mental debería estar siempre presente si no queremos perder la cabeza.

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