Por Bartomeu Bestard Cladera, cronista de la Ciutat de Palma
Entre los bienes histórico-artísticos del Ayuntamiento de Palma, destaca su fondo pictórico y, especialmente, la Galería de Hijos Ilustres de Mallorca, que se encuentra en el salón de plenos municipal, el hall y el pasillo de los reyes de Mallorca. Forma la Galería un conjunto de más de ciento ochenta retratos en las que hay representadas las figuras más destacadas de la historia de la isla, desde la Antigüedad hasta el día de hoy.
Los primeros retratos con que se inició esta Galería de Hijos Ilustres fueron encargados a principios del siglo XVII, por la Universidad de la Ciudad y Reino de Mallorca. La finalidad de la Universidad, cuyos orígenes se remontaban al año 1249, era la de gobernar la ciudad y, por extensión, el resto de la isla. Los miembros que la componían eran los jurados. Esta institución pervivió hasta 1718, momento en que se transformó en el Ayuntamiento de Palma.
Las galerías conformadas por retratos o efigies de personajes ilustres han existido en todas las edades históricas. En la Edad Antigua ya había galerías de bustos que representaban las figuras más representativas de aquellas sociedades. En la Edad Media también hubo galerías, normalmente restringidas a las casas reales o a los papas.
Los cambios de mentalidad, así como el proceso de desacralización de la sociedad a partir del siglo XVI, provocó un cambio en la perfección artística y, al mismo tiempo, en la manera de decorar los edificios, tanto institucionales como particulares. En esta línea actuaron los jurados de la Universidad de la Ciudad y Reino de Mallorca. En 1623, encomendaron a Antoni Reus una serie de retratos de los monarcas de la dinastía real mallorquina, y de algunos otros de sus miembros.
Unos años más tarde, en 1629, los jurados de la Universidad encargaron dos pinturas de grandes dimensiones al pintor Miquel Bestard, artista destacado del momento. Uno de los cuadros que se le encargó fue la escena del martirio de Guillem Cabrit y Guillem Bassa; el otro encargo fue la escena del entierro de Ramon Llull. Estas dos escenas aparecen detalladamente representadas, donde el espectador puede observar todo lujo de detalles. A partir de 1631, la Universidad de la Ciudad y Reino de Mallorca continuó encargando más retratos, ahora de personajes religiosos destacados como fray Rafel Serra (1631), obra de Gaspar Oms; o sor Leonor Ortiz (1651), obra de Joan Baptista Llodrà; o Isabel Cifre de Colonya, también de Joan B. Llodrà, entre otros. Por lo tanto, durante el resto del siglo XVII y de todo el siglo XVIII, el fondo de la Galería de Hijos Ilustres fue aumentando con mallorquines y mallorquinas destacados, procedentes de los ámbitos eclesiásticos, militar, político, de la cultura o de las ciencias. Cuando en 1718, la Universidad de la Ciudad y Reino de Mallorca desapareció como institución, no afectó a la conservación de la Galería, antes al contrario, continuaron los encargos de nuevos retratos aumentando así el fondo pictórico. El Ayuntamiento de Palma siguió proclamando hijos e hijas ilustres de Mallorca, y no sólo de Palma, pues, de hecho, la institución municipal continuó ejerciendo de antigua Universidad abarcando toda la isla. Lo hizo durante todo el siglo XVIII y parte del siglo XIX hasta que apareció la Diputación Provincial.
La Galería de Hijos Ilustres de Mallorca recibió un importante impulso durante el reinado de Isabel II, momento en que los regidores —los antiguos jurados— aumentaron el presupuesto destinado al encargo de retratos.
Unos años más tarde, en 1897, Benito Pons propuso que los hijos ilustres fueran proclamados el día 31 de diciembre, dentro de los actos de celebración de la Fiesta de la Conquista —hoy Fiesta del Estandarte—. De esta manera se conseguía un doble objetivo: dinamizar la Fiesta; y solemnizar la inclusión del nuevo retrato del hijo o hija ilustre proclamado en la Galería. Al menos desde la época del cronista Juan Muntaner (1949-1969), fue costumbre colocar los retratos de los nuevos hijos ilustres en la esquina noreste de la sala de sesiones; es decir, entrando a la izquierda. Esta costumbre se vio interrumpida en 2008, cuando al pintar la sala de sesiones, se hizo necesario descolgar todos los retratos. Tras pintarse la sala, llegado el momento de volver a colgar los cuadros, a propuesta del mayordomo Miguel Caldentey, los retratos fueron colgados y agrupados según su tamaño —pues no todos los retratos tienen las mismas dimensiones—, considerándose así el criterio más acertado a seguir: el estético.
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