No se asusten si, al pasear por el Parc de la Mar de Palma, ven emergiendo de las aguas la silueta de una criatura mitológica que se asemeja a un cocodrilo. No es el temido Drac de na Coca que ha regresado para atemorizar de nuevo a los palmesanos, sino la nueva escultura del artista Ricard Chiang, que ya forma parte del paisaje de la ciudad.

Drac de na Coca

El coordinador general de Cultura i Turisme, Fernando Gómez de la Cuesta; el artista Ricard Chiang; el alcalde Palma, Jaime Martínez Llabrés, y el primer teniente de alcalde y regidor de Cultura, Javier Bonet, posan frente a la escultura de El Drac de na Coca. Foto: Ajuntament de Palma.

La pieza, de tres metros de largo y unos 150 kilos de peso, ha sido instalada en el lago del parque y donada por el propio artista a la ciudad. La escultura está elaborada con un mortero especial resistente al agua de mar. Su estructura hueca le permite flotar con estabilidad, anclada mediante cadenas de acero inoxidable para que no se desvíe de su ubicación.

Agradecimiento a Ricard Chiang

El alcalde de Palma, Jaime Martínez Llabrés, ha agradecido la generosa contribución de Chiang: “Gracias a la propuesta se recupera la figura del Drac de na Coca para que forme parte de la imagen de la ciudad, incorporando esta pieza al patrimonio escultórico de Palma, que aspira a ser Capital Cultural Europea en 2031”. Según Martínez Llabrés, esta escultura une los conceptos de “cultura, tradición e historia y rememora la leyenda del siglo XVIII, de aquel dragón que se paseaba por el alcantarillado de la ciudad”.

En el acto de presentación de la obra participaron, además, el primer teniente de alcalde y regidor de Cultura, Javier Bonet; el coordinador general de Cultura y Turisme, Fernando Gómez de la Cuesta, y el propio Ricard Chiang.

La leyenda del Drac de na Coca

La historia del Drac de na Coca se remonta al año 1776, cuando comenzó a circular el rumor de que un enorme dragón merodeaba por la calle La Portella, cerca de la Catedral de Palma. Vecinos de la zona aseguraban haber oído inquietantes ruidos durante la noche y no faltaron quienes afirmaron que la bestia había devorado a niños y mendigos.

La situación alcanzó tal punto que un joven caballero, Bartomeu Coch, decidió enfrentarse al temido monstruo cuando se dirigía a casa de su prometida -de ahí el apodo “na Coca”-. Con valentía, logró matar al animal, que resultó ser un cocodrilo que había crecido oculto en las alcantarillas de la ciudad.

Debido a su rareza, la familia del capitán Coch embalsamó la criatura y la conservó durante años, hasta que la donó al Museo Diocesano de Palma, donde se exhibe desde principios del siglo XX. Además, una escultura del reptil adorna la fachada del edificio justo frente al museo, recordando a quienes pasan por allí que, en Palma, incluso las leyendas tienen su lugar en la historia.