Las ‘baldufas’ son las protagonistas de “Poi”, la dramaturgia del mallorquín Guillem Vizcaíno que ha recorrido casi toda España, parte de Francia, Portugal e Italia y que llegará a Chile con diez funciones en enero. El inquer, que con 14 años comenzó en las artes del circo de forma autodidacta, reivindica las raíces a través del juego de la peonza.
“Con las peonzas empecé a través de una lesión de hombro. Me regalaron una y empecé a investigar, a fabricarlas yo mismo, a mirar cómo se juega en otros países…”, recuerda Vizcaíno. Después llegó la idea de “Poi”, cuya creación inició en mayo de 2019 y que, tras la pandemia, durante la cual se proclamó campeón del mundo de peonza tradicional, resultó en una puesta en escena de 50 minutos. “Me vino lo local y la defensa de nuestras cosas. Pensaba que haría un formato muy de aquí, para Mallorca, pero al final apenas se ha visto en la isla. Al principio me dolía sacarlo fuera, me parecía curioso que sonara una tonada tradicional mallorquina en otro lugar”. Hoy su espectáculo lleva 220 funciones, 8 de ellas en Mallorca.
“En la isla a veces no te llaman por desinformación. En los ayuntamientos falta trabajo de campo, asistir a ferias como FIET, Circaire…”, lamenta Vizcaíno. Algo que ocurrió en el preestreno de “Poi” en la Casa de Vacas de Madrid. “Vinieron programadores de España e incluso de Francia. Al acabar, la gente se levantó y aplaudió. Yo no entendía nada, al estar solo no cuentas con perspectiva. Entonces conseguí entender del todo el viaje dramatúrgico que había creado”.
Pérdida de identidad
Un viaje cuyo trasfondo, asegura Vizcaíno, aboga por la vuelta a la simplicidad. “Antes se empleaba más lo físico y la imaginación. Ahora hay una desconexión de la tierra en favor de una nueva conexión al mundo virtual. Estamos en un momento muy frágil en cuanto a la pérdida de identidad. Parece que la única cultura que hay es la de Internet y lo que se lleva enseñando toda la vida de generación en generación se ha perdido”.
A través de la peonza, “las generaciones se unen porque todas conocen el juego, tanto el niño de 4 años como el abuelo de 80. Es universal y en “Poi” el personaje lleva al público a un imaginario en el que cada uno entiende su propio mensaje”.
Al él la obra le ha llevado a experimentar la dureza de hacer un solo y a actuar tanto en los festivales más grandes como en recovecos que jamás hubiera imaginado. “A veces me digo: ¡Pero dónde voy a montar un árbol y a tirar unas peonzas!”
“He comprendido que Poi no es una cosa corta, tiene para años y sé que iré llegando a Mallorca. Quizás me programen en Inca en algún momento, pero no tengo prisa. “Poi” me exige mucho tiempo como para plantear una obra nueva, pero he abierto un gran camino y quiero evolucionar, saber hacia dónde voy como artista de circo. Lo que haga será algo de verdad, que sienta en ese momento y que sea sincero”, finaliza.
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