La isla afronta la recuperación con esperanza y una conciencia renovada
Texto: Virginia Servera.
Ansiedad, miedo, decaimiento. Irritabilidad e intranquilidad. Sentimiento de desesperanza con respecto al futuro y pérdida de placer por hacer cosas que un tiempo atrás nos motivaban. En mayor o menor medida, todos nos vemos reconocidos en este enredo de sentimientos. Con todo, y lejos de lo que podamos pensar, el reloj no se detiene. Un día sucede a otro y aunque nuestro deseo fuera reiniciarlo, la realidad nos recuerda que restaurar los valores de fábrica solo será posible con el tiempo. Y nunca volverá a funcionar igual. El primer paso – casi el más urgente – es recuperar la vida social, el acercamiento físico, los besos y las caricias… Esos hábitos tan puramente mediterráneos que nos hacen sentir vivos. Nuestra correa vital.
Para que la sociedad mallorquina pueda recuperar la dinámica social positiva también es imperativo que no fallen las vacunas y las ayudas. Los empleados y empresarios de la hostelería y la restauración están agotados. También quienes trabajan en el sector sanitario, social o educativo, por su fuerte implicación en la pandemia, o los actores del sector cultural y comercial, que han sufrido asimismo las consecuencias de las limitaciones en su actividad. Aunque “la capacidad de resiliencia es una de nuestras características”, como apunta el sociólogo de la UIB Lluís Ballester, y estamos preparados como sociedad para hacer frente a situaciones difíciles, hoy se nos plantea un reto colectivo: “el desarrollo de alternativas viables y sostenibles ambientalmente al monocultivo turístico”, apunta. “Eso será bueno para la población local pero también para quienes decidan visitar la isla”, añade Ballester.
La fuerza del tejido empresarial
Durante el mes de febrero, 126 empresas bajaron la barrera en Balears (en todo 2020 fueron cerca de 4.000) al tiempo que 313 se constituían desde cero, lo que da cuenta de la adaptación evolutiva de nuestras empresas al escenario pos-COVID. Pese a que Balears tiene hoy 82.988 parados y todavía mantiene a 33.785 trabajadores en ERTE según datos de marzo, la confianza empresarial, tras remontar una caída en picado, ya supera los niveles de 2019, lo que esboza un escenario optimista de recuperación.
Para Inmaculada Benito, directora del departamento de Turismo, Cultura y Deporte en la CEOE, la inversión de 1.000 millones realizada en los últimos años para mejorar la oferta turística en las islas explica que “las empresas baleares estén más saneadas que en la crisis anterior, lo que les ha permitido ser resilientes y nos coloca en muy buena posición”. Aunque reconoce que afrontamos un momento muy delicado, está convencida de que “podrán seguir adelante. Eso sí, necesitamos estrechar la cooperación público-privada para poder anticipar, planificar y desarrollar el futuro del sector”, concluye.
Apuntalando el futuro
La paralización de la actividad turística y el notable impacto que ha tenido en el PIB balear –la mayor caída de toda España– ha puesto en evidencia los problemas endémicos del sector turístico y nos ha alertado de la necesidad de acelerar la transformación de esta industria. “Hace tiempo que hablamos de políticas turísticas de segunda generación. Esas políticas económicas que alrededor del turismo desarrollan vínculos con otras actividades: la tecnología, agricultura, educación… Esa evolución es la que hay que instrumentar; el fortalecimiento de las operaciones productivas con y para el turismo”, sostiene Benito.
Todo hace pensar que una vez se estabilice la situación sanitaria y se relajen las restricciones a la movilidad “el turismo se recuperará y volverá con fuerza”, apunta la directora de Turismo del organismo empresarial. El deseo de viajar, de explorar nuevos lugares y conocer otras formas de vida se mantiene intacto, por lo que si los bolsillos familiares lo permiten, serán las condiciones de seguridad las que determinen el próximo destino de nuestras anheladas vacaciones. En este sentido, Balears juega con ventaja. La situación epidemiológica favorable en la comunidad, con una baja incidencia de contagios respecto al resto de territorios en el momento de escribir este reportaje, vislumbra una temporada turística airosa, siempre y cuando la campaña de vacunación esté a la altura.
Nada volverá a ser igual
Si el turista pos-COVID demandará excelencia en materia de seguridad e higiene y valorará factores como el distanciamiento social o la libertad, la adecuación de las empresas a estas nuevas exigencias será clave para asegurar su viabilidad. “Conocimiento, flexibilidad, seguridad y anticipación serán las nuevas reglas del juego. Las empresas adaptarán sus estructuras a este nuevo turista y se generará un ecosistema evolucionado más tecnológico, consciente, inclusivo y resiliente”, declara Benito.
Por lo pronto y según un estudio reciente de la Fundació Impulsa, “el camino hacia la transformación digital ya suma adeptos, especialmente en los servicios (48,2%) y la gran empresa (80%), lo que “redundará positivamente en la creación de nuevas ventajas competitivas relacionadas con la innovación, la eficiencia, la sostenibilidad y, por supuesto, la diferenciación de productos y servicios”.
Liderazgo mediterráneo intacto
En palabras del sociólogo Ballester, nuestra sociedad “ha creado una cultura y equilibrio afortunados”. Muchos visitantes llegan sabiendo que “Mallorca es mucho más que lo que pueden comprar” y que aterrizan en “una comunidad que supo construir las paredes de piedra, los llaüts, la Lonja, la Catedral, etc.”.
A pesar de que no escapa a los azotes de la pandemia en su economía, “las fortalezas que tiene Balears son inigualables con otros destinos mediterráneos”, subraya Inmaculada Benito. Su estilo de vida relajado, las bondades de su clima, la excelente conexión aérea con Europa, el increíble valor de su paisaje o su aire cosmopolita la convierten en un territorio único, “menos obsesionado por el consumo, la velocidad y la competición”, aunque su competitividad turística sea incuestionable.
Lo auténtico frente a la uniformidad marchita
La sociedad mallorquina, moderna y avanzada a partes iguales, conectada y multicultural, asiste desde hace un tiempo a un reencuentro con lo mejor de sus tradiciones, con sus formas de vida más auténticas: “Desde la alimentación (vino, aceite, sobrasada, pastelería, etc.), hasta la música, pasando por la recuperación de cultivos o de formas artesanales de trabajar la piedra o construir barcas”, defiende Ballester.
La uniformidad propia de la globalización, que con el turismo trajo una gran mejora de la calidad de vida de los mallorquines pero también otros cambios menos afortunados como el aumento de la contaminación, la sobreexplotación de los recursos propios y la urbanización sin control, hoy ya no es tendencia. La búsqueda de la novedad, de experiencias auténticas y distintas que aporten valor añadido nos obliga a ser fieles a nuestra identidad para responder a las expectativas de los viajeros que muy pronto pisarán la isla.
💡 Continúa leyendo: Editorial de José E. Iglesias “La hora de Mallorca”.
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