En diciembre de 2019, una niña de 13 años fue violada por un grupo de varios jóvenes en el barrio de Corea, en Palma. Esta denuncia abrió la puerta a la investigación de una red de prostitución que operaba dentro de los centros de menores tutelados por el Govern, revelando un sistema de abuso y explotación que involucraba a menores vulnerables, muchas de las cuales provenían de hogares rotos.

La directora de la película Las chicas de la estación, Juana Macías. Foto: Nacho López.

Este hecho se convierte en el núcleo de la película Las chicas de la estación, el nuevo largometraje dirigido por Juana Macías que aborda la tragedia a través de la historia de tres chicas jóvenes. “Lo que me dejó perpleja fue descubrir que no se trataba de un caso aislado, sino de una realidad extendida que, de alguna manera, ya estaba aceptada, sin que se hiciera nada por evitarla“, explica Macías.

Tras el impacto inicial, su curiosidad la llevó a investigar más sobre las víctimas y sus circunstancias. “Me preguntaba quiénes eran estas chicas, cómo era su día a día. Quería entender las raíces de lo que estaba pasando, y entonces vino la pandemia, lo que me permitió dedicarme a la idea de hacer una película”, indica.

Investigación para la película Las chicas de la estación

Momento de la grabación en la Estación Intermodal de Palma. Foto: Julio Feroz

Macías, junto a la guionista Isa Sánchez, se adentró en una investigación exhaustiva. Sabían que no podían abordar un tema tan delicado sin contar con una comprensión sólida de la realidad de las menores en centros de tutela. “Es muy fácil caer en los estereotipos, nosotras queríamos acercarnos a las chicas, contar su historia desde su perspectiva, sin espectacularizar, sin buscar el morbo”, comenta Macías. “Lo fundamental es que el público entienda que estas chicas no están allí porque lo eligen, sino porque han sido arrastradas por un sistema que las ha dejado desprotegidas“, agrega.

Para el rodaje, Juana Macías tenía claro que quería filmar en las localizaciones reales donde ocurrieron los hechos. “La estación de autobuses es la de Palma, y también rodamos en el barrio de Corea. Esto generó una gran expectación, porque no solo estábamos retratando sucesos muy graves, sino que también abordábamos una cuestión altamente politizada, donde se buscaban culpables en lugar de soluciones”, explica la directora.

Casting natural

Una de las decisiones más destacadas en el proceso de Las chicas de la estación fue el casting. Macías y su equipo decidieron buscar a jóvenes que reflejaran lo más fielmente posible la realidad de las chicas que protagonizan la película. “El casting fue largo y, en muchos casos, incierto. Tuvimos que hacer audiciones abiertas en centros de menores, institutos y redes sociales, buscando una naturalidad que fuera creíble”, subraya.

El trabajo con las actrices fue intenso y diferente al que Macías había realizado en proyectos anteriores. “No solo era importante que se adaptaran al guion, sino que tenían que traer algo de ellas mismas“, indica. Este enfoque implicó un proceso mucho más orgánico y personal. “Buscaba que su energía como personas se conectara con la del personaje”, añade.

La directora Juana Macías en el rodaje, con sus protagonistas Julieta Tobío, Salua Hadra y María Steelman. Foto: Anya Bartels-Suermondt.

El verdadero propósito de Macías va más allá de contar una historia impactante. Las chicas de la estación no busca solo conmover, sino movilizar. “Lo que me gustaría es que, al terminar la película, la gente se pregunte: ¿qué puedo hacer para que esto no vuelva a suceder?”, expresa la directora. Con este mensaje, Macías transforma su obra en un llamado a la reflexión, invitando a los espectadores a cuestionar la realidad que presenta y, sobre todo, no mirar hacia otro lado.

 

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