Elena Ordinas.

Como madre, no hay cosa que más ilusión me haga que recibir una llamada de mis hijos. Escucharlos, sentir que tienen algo que compartir conmigo… Llamar es un gesto que crea vínculos, pero la humanidad parece estar destinada a perderlos. Soy consciente -y partidaria- de que tenemos que estar al día con la tecnología, sin embargo, me cuesta aceptar lo mucho que nos estamos robotizando: ahora felicitamos los cumpleaños por Facebook, nos ponemos al día por WhatsApp y el contacto se limita al de las yemas de los dedos con la pantalla del teléfono. Me niego.

Abrazo los avances, lo útil de todas estas herramientas para el trabajo y para la vida diaria, claro que sí. Pero el cariño, el contacto, la sorpresa y la cercanía están por encima de todo esto. Llamar -o videollamar-, es mucho más humano que escribir un mensaje, una muestra de cariño mayor y creo que no debe desaparecer. Demasiadas llamadas perdidas.